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30 de Noviembre, Día Nacional del Mate

30 de Noviembre, Día Nacional del Mate


Publicada el: 30-11-15



El año pasado el Congreso de la Nación sancionó la Ley 27.117 y dispuso que el 30 de noviembre se celebre el “Día Nacional del Mate”, como conmemoración del nacimiento del caudillo Andrés Guacurarí y Artigas, mejor conocido como “Andresito, quien nació en dicha fecha de 1778, en Santo Tomé, Corrientes, y quien gobernó la denominada Provincia Grande de las Misiones.

Dado que la norma fue publicad en el Boletín Oficial en febrero de 2015, este 30 de noviembre será la primera vez que se celebre el Día Nacional del Mate, afianzando aún más la imagen de la bebida como representante de una de las tradiciones argentinas.

Los orígenes del mate

Sus orígenes se remontan a la cultura de la etnia guaraní, donde los aborígenes utilizaban  las hojas de la planta de yerba mate (Ilex paraguariensis) para realizar infusiones. Además las hojas eran objeto de culto y ritual, y moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos.

Para el guaraní el árbol de la yerba era un regalo de los  dioses y por eso tomar la savia de sus hojas era beber la selva misma. Caá en lengua guaraní significa “yerba”, pero también significa planta y selva.

Los guaraníes le enseñaron todas las propiedades de esta yerba a los conquistadores, quienes hicieron que su consumo se extendiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.

Los jesuitas no sólo fueron quienes introdujeron el cultivo de la yerba en el norte de la Argentina, y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño, sino que fueron los grandes responsables de que la Yerba Mate Fuera conocida en el mundo civilizado, en donde se la conoció como el «té de los jesuitas».

La leyenda de la yerba mate

“Hace mucho tiempo, una tribu nómada decidió dejar la región que habitaba desde antaño. Sin embargo, un anciano no se sintió con la energía suficiente para seguir a su gente. Entonces la tribu dejó a Yar, tal era el nombre del anciano, en la compañía de su hija Yarí, que se negó a abandonarlo. El anciano construyó un refugio primitivo con sus propias manos, y ambos continuaron con su acostumbrado modo de vida en medio de ese entorno salvaje y primigenio.

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Un día, al anochecer, apareció un extraño ser. El color de su piel era raro y también su vestimenta, en relación a lo que estaban acostumbrados. A pesar de ello, padre e hija lo trataron con deferencia, ofreciéndole su hospitalidad desinteresada y los mejores alimentos que tenían en su humilde morada.

 

Ocurrió que el extraño era el mismísimo “Tupá”, el dios bueno, que quería conferirles un presente milagroso y permanente. El poder mágico del presente permitiría contar siempre con los medios para recibir y atender a sus visitantes; así como también les ayudaría mitigar el largo período de aislamiento. Así hizo que una nueva planta creciera en la selva, y luego les enseñó a preparar una bebida tónica y estimulante que pasaría a ser, con el tiempo, un símbolo de bienvenida para los huéspedes de la casa. Ungió a la bella Yarí como diosa protectora (Caa Yarí) y a su anciano padre, como su custodio.

Los dulces cuidados y la protección constante prodigados a las plantas, lograron que las plantaciones de yerba mate se multiplicaran en forma infinita. Y así es como encontramos una especie de simbiosis en esta bebida: la mujer joven y bella, y el anciano habilidoso revelaron, siendo dioses, la misma actitud que, por obra de sus corazones generosos, que habían tenido siendo simples mortales. De esta manera, a partir de la naturaleza misma, con la fuerza de sus elementos más puros y del corazón de las plantaciones de yerba mate, los dioses nos protegen…»